La oración es una disposición de gratitud.

 

«La oración es el sentimiento constante de nuestra pobreza espiritual y de nuestra debilidad; la contemplación en nosotros, en los demás y en la naturaleza, de las obras de la sabiduría, de la misericordia y la fuerza todopoderosa de Dios. La oración es una disposición interior hecha sólo de gratitud.

Con frecuencia llamamos oración a algo que no tiene nada que ver con ella. Por ejemplo: alguien entra en la iglesia, se queda allí algún tiempo, observa los iconos, a la gente, su apariencia y su comportamiento, y dice que ha rezado a Dios; o también, se pone ante un icono en su casa, inclina la cabeza, recita unas palabras aprendidas de memoria, sin entenderlas ni saborearlas, y dice que ha rezado. Pero en su inteligencia y en su corazón no ha rezado en absoluto; estaba con la gente y con las cosas, en cualquier parte salvo con Dios.

La oración es la elevación del pensamiento y del corazón hacia Dios, la contemplación de Dios, la audaz conversación de la criatura con su Creador, la presencia respetuosa del alma ante él, como ante el Rey, ante la Vida misma que da la vida a todos; el olvido de todo lo que nos rodea, el alimento del alma, su aire y su luz, su calor vivificante, la purificación del pecado; el yugo suavísimo de Cristo y su carga ligera.

La oración es el sentimiento constante de nuestra debilidad y de nuestra pobreza espiritual, la santificación del alma, un anticipo de la felicidad futura, un bien angélico, la lluvia celestial que refresca, riega y fecunda el suelo del alma, la fuerza y el poder del alma y el cuerpo, el saneamiento y la renovación de la atmósfera mental, la iluminación del rostro, la alegría del espíritu, el vínculo dorado que une a la criatura con su Creador, la valentía y el coraje en todas las aflicciones y las dificultades de la vida, la lámpara de la existencia, el éxito en todo lo que se emprende, una dignidad semejante a la de los ángeles, el fortalecimiento de la fe, de la esperanza y de la caridad.

La oración es un trato con los ángeles y los santos que han agradado a Dios desde el principio del mundo. La oración es la conversión de la vida, la madre de la contrición y de las lágrimas, un fuerte impulso hacia las obras de misericordia, la seguridad de la vida, la desaparición del miedo a la muerte, el desprecio de los tesoros terrenos, el deseo de los bienes del cielo, la espera del Juicio universal, de la resurrección y de la vida del mundo futuro, un esfuerzo encarnizado por escapar a los tormentos eternos, una llamada incesante a la misericordia del Soberano; es caminar en presencia de Dios. Es la aniquilación dichosa de uno mismo ante el Creador de todas las cosas, presente en todas las cosas; es el agua viva del alma.

La oración es llevar a todos los hombres en el corazón por el amor, es la bajada del cielo al alma, la inhabitación en el alma de la santísima Trinidad, como se ha dicho: «Vendremos a él y viviremos en él» (Jn 14, 23).»

Juan de Cronstadt, Mi vida en Cristo.


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